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Archive for the ‘Héroes de la Fe Cristiana’ Category

Estos también son héroes.

Posted by alballanes en marzo 24, 2007

Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente anda buscando a quien devorar, al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
(1 Pedro. 5:8,9).

Aún está fresca la tinta que ha grabado sus nombres en el gran libro del martirologio cristiano. No son héroes del pasado, cuyas historias tienen ya sabor añejo. Son cristianos de hoy, de hoy y de siempre, que están escribiendo páginas gloriosas en los libros de la Historia de la Iglesia. Estos de los que hablaremos hoy son una ínfima parte, o lo serán muy pronto, de esa lista de más de 300 cristianos que a diario mueren, en el Mundo, por causa de Cristo, y que se suman a los 43 millones de mártires que han ofrendado sus vidas desde que Esteban fuera apedreado, en el siglo primero, hasta nuestros días. Son parte de la lista de 200 millones de cristianos que cada día son perseguidos, el 60 % de los cuales son niños. Estos son los “viles” del mundo, los menospreciados, los que no tienen voz, porque los medios masivos de comunicación nunca los mencionan o, si lo hacen, la noticia se disuelve en medio de una avalancha de información, muchas veces farandulesca.

ESTOS TAMBIÉN SON HÉROES DE LA FE CRISTIANA.
† Jiang Zongxiu, 34 años, encarcelada el pasado 18 de Junio en la provincial china de Ghizu, y muerta a golpes, durante los interrogatorios en la prisión. Un diario local la acusó de incitar a desórdenes públicos, sencillamente porque distribuía Biblias entre la gente de la calle. Al entregar su cuerpo a los familiares de la mártir, la policía mintió declarando que la mujer había fallecido de un ataque repentino.
† Yakup Cindilli, 32 años, cristiano turco. Fue hospitalizado en estado de coma profundo, en la tercera semana de Octubre de 2003, debido a una brutal paliza que le propinaron extremistas islámicos. Se lo acusaba de hacer propaganda cristiana. Yakup se recupera lentamente.
† Brian Savio O’Connor, ciudadano de la India, empleado en Arabia Saudita, fue detenido por la policía saudita. Estar colgado cabeza abajo, ser golpeado con descargas eléctricas, recibir otros golpes, y presiones para abjurar de su fe cristiana han sido algunos de los inhumanos castigos y torturas a los que ha sido sometido. El único delito: orar a Jesucristo, aunque la policía islámica ha fabricado evidencias falsas que lo acusan de portar drogas. Ambas acciones son crímenes que se pagan con la muerte en ese país musulmán.
† Malawi Assadullah, ex clérigo musulmán en Afganistán. Primeramente, los Talibanes le cortaron la lengua y posteriormente, el 30 de Junio de este año, le dieron muerte, por haber estado predicando el Evangelio entre los afganos y porque, a causa de su predicación, un número no determinado de musulmanes se habían convertido al Cristianismo.
† Gong Shengiang, pastor y líder de la Iglesia del Sur de China. Prisionero por su fe cristiana en la prisión de Hong-Shang, en la ciudad de Vouhan. Ha sufrido golpes y lesiones, y en este momento está al borde de la muerte. Las autoridades carcelarias sostienen que es un preso ejemplar, pero que su único problema es que no quiere renunciar a su fe en Cristo, y persiste en orar y en predicar el Evangelio dentro de la prisión.
† David McDonnall, 28 años, Larry Elliott, 60 años, Jean Elliott, 58 años, y Karen Watson, 38 años. Cuatro misioneros bautistas en Irak que trabajaban en Mosul, en un proyecto para purificar el agua. Fueron acribillados a balazos. Carrie MacDonnall, la esposa de David, quedó gravemente herida.
† Nguyen Hong Luang, abogado, pastor de la Iglesia menonita en Vietnam, ex presidente de la Fraternidad Evangélica de Vietnam, defensor de la Iglesia cristiana y activista en pro de la libertad religiosa. Tiene 45 años, es casado y papá de tres hijos menores de 10 años. El pasado 8 de Junio fue arrestado por la policía, que también allanó su casa e incautó papeles personales, documentos, dinero, computadoras y archivos.
† Mukhtar Masih, pastor evangélico de 50 años de edad, líder de la Iglesia de Dios en Pakistán. Fue asesinado el pasado 5 de enero, cuando salía de su casa. Había estado en prisión anteriormente, por causa del Evangelio. Reiteradas fueron las amenazas de muerte que recibió, para que dejara de predicar. Su esposa y siete hijos lo han sobrevivido.
† Cuatro fallecidos, entre ellos una niña de 6 años. Catorce heridos. Este es el saldo de una incursión realizada por un grupo de extrema izquierda, durante un servicio de Escuela Dominical que se estaba llevando a cabo en la Iglesia Cristiana de Puerto de Asís, Colombia. Los líderes de la iglesia habían recibido amenazas de parte de los guerrilleros, para que dejaran de evangelizar entre los jóvenes que, una vez convertidos, se negaban a integrar las filas guerrilleras. Ochenta pastores evangélicos han sido asesinados y más de trescientos templos cerrados, en los últimos cuatro años de conflicto armado en Colombia.
† Ake Green, pastor pentecostal, fue condenado a un mes de prisión, en Suecia, por haber descrito a la homosexualidad como “anormal, un terrible tumor canceroso en la sociedad”.
Estos son los que, en palabras del teólogo cristiano del siglo III, Tertuliano, convierten su sangre en semilla de cristianos.
Suenan jubilosas las trompetas celestiales cuando, triunfantes, penetran estos héroes por las puertas del cielo.

Alba Llanes. Publicado originalmente en Revista «Fe y Acción», órgano del Concilio Internacional «Un Cita Con Dios» y Misión Mundial Maranatha. Volumen 1, Número 3, octubre-diciembre, 2004, p. 16

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Blandina, mártir de Lyon.

Posted by alballanes en marzo 23, 2007

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. (Mateo 5: 11-12)

“Soy cristiana; y nosotros no hacemos ningún mal”. La voz femenina, cargada de dolor, pero firme, se dejaba escuchar una y otra vez, aquel día del mes de agosto del año 172 d.C., frente al altar de Día Roma y Augusto, en el anfiteatro de la ciudad francesa de Lyon. Era el final de las Olímpicas (las Olimpiadas actuales), fiestas paganas en honor a Zeus o Júpiter, el padre de los dioses, en la mitología grecorromana. Se habían juntado, en la ciudad, innumerables visitantes de diferentes pueblos de la Galia (actual Francia), entre ellos los tres prefectos de la región, representantes directos del poder imperial romano. Todo el pueblo se había dado cita para el gran espectáculo que coronaría las fiestas: lucha de gladiadores, caza de animales salvajes, y el tormento y muerte de seis integrantes de una secta peligrosa, cuyos integrantes eran llamados “cristianos”.

Días antes, en una redada realizada por las autoridades, se habían llevado a cabo arrestos masivos de creyentes en Cristo, acusados de practicar incesto, canibalismo, y orgías. La acusación no era nueva. Desde los tiempos del emperador Nerón, en la segunda mitad del siglo uno después de Cristo, la ignorancia y superstición popular habían atribuido a los cristianos los más diversos crímenes. Se los acusaba de ser ateos, de adorar a un asno crucificado, de asesinar niños en sacrificios rituales, de comer carne humana y de realizar aberrantes prácticas inmorales. Intelectuales de la época, como los historiadores romanos Tácito, Suetonio y Plinio el Joven, culparon a los cristianos de ser “enemigos del género humano”, “envenenadores de las fuentes de las aguas”, y de sostener una “abominable superstición, nueva, peligrosa y extravagante”. Su único crimen realmente era negarse a adorar al emperador romano, considerado dios. Tal negativa era tenida como un crimen político, un acto de traición a Roma, y una única pena cabía: la muerte.
Ahora, en los finales del gobierno del emperador Marco Aurelio, la dura mano de la ley romana volvía a caer, inexorable, sobre un grupo de cristianos. Marco Aurelio, conocido como “el emperador bueno”, había tratado de detener la creciente decadencia del Imperio, instando a los habitantes del mismo que volvieran a la antigua religión romana. El resultado de su accionar había traído como consecuencia una extensa persecución contra los cristianos, que no estaban dispuestos a dejar su fe.
Entre los detenidos en Lyon, estaba la joven esclava Blandina. Sus compañeros de prisión pensaron que nunca soportaría las torturas, y que renegaría de su fe, pero su inquebrantable vocación cristiana la sostuvo hasta el fin.
Blandina fue llevada a la prisión y encerrada en el calabozo. Este era una habitación ubicada en el sótano de la cárcel, en la que jamás daba la luz del sol. Era una especie de cueva subterránea, en forma de pozo, donde los prisioneros eran arrojados o bajados con cuerdas. Estaban allí, hacinados, decenas de hombres y mujeres que apenas podían moverse. El calor era sofocante. El aire, inmundo, cargado de los más fétidos olores, apenas contenía suficiente oxígeno para todos, por lo que muchos morían asfixiados.
A Blandina y, por lo menos a seis de sus compañeros, se los colocó en el nervus, cepo que contenía varios agujeros. Sus piernas y brazos fueron estirados con nervios de buey y colocados, bien abiertos, en el quinto agujero, el último, puesto que un agujero más significaba la muerte de la víctima por desgarramiento de vientre. Durante días, estuvo sometida a la brutalidad de los soldados, al hambre y la sed. Cuando comenzó el proceso judicial contra los otros cristianos, ella fue sacada diariamente y obligada a contemplar el suplicio de sus hermanos en la fe, con el fin de que negara a Cristo. Finalmente, ante su fidelidad a Dios, comenzó su propio tormento. Durante varios días, fue torturada desde el amanecer hasta la puesta del sol. A pesar de su debilidad física, la gran resistencia mostrada obligaba a sus torturadores a turnarse, pues se cansaban. Los documentos de la época narran que le destrozaron el cuerpo con azotes.
Como parte del espectáculo final de las fiestas Olímpicas, fue llevada al anfiteatro de la ciudad de Lyon, para diversión del público presente. Después de haberla azotado, la sujetaron a una parrilla de metal al rojo vivo. Luego, la ataron a un poste en forma de cruz, para que fuera devorada por las fieras, pero estas la respetaron. Viva aún, pusieron su cuerpo dentro de una red, y la entregaron para que fuera acorneada por un toro. Finalmente, como aún no muriera, fue decapitada. Durante seis días, su cadáver, junto al de sus seis compañeros, quedó insepulto. Por último, su cuerpo fue incinerado y sus cenizas echadas al río Ródano. Durante todo su suplicio, alentó a sus compañeros a ser fieles al Señor, y proclamó la inocencia de los cristianos.
Más de dieciocho siglos después, su martirio alumbra como una antorcha. Ella, como otros millones de cristianos a lo largo de la Historia, y aún en el presente, estuvo dispuesta a sellar, aún con su vida, el testimonio de la fe en Cristo Jesús. Su ejemplo nos muestra que se puede ser fiel a Dios y mantener en alto el estandarte de la verdad del Evangelio, inclusive en las circunstancias más extremas.

Alba Llanes. Publicado originalmente en la Revista «Fe y Acción», órgano del Concilio Internacional «Una Cita Con Dios» y Misión Mundial Maranatha. Volumen 1, Número 1, abril – junio, 2004, p. 18

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