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Requisitos necesarios para ancianos y obispos (Tito 1:5-7).

Posted by alballanes en May 25, 2007

Requisitos necesarios para ancianos y obispos

5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieras lo deficiente y establecieras ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé. 6 El anciano deber ser irreprochable, marido de una sola mujer, y que tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. 7 Es necesario que el obispo sea irreprochable, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no amigo de contiendas, no codicioso de ganancias deshonestas.
[1]

Los requisitos establecidos en este pasaje apuntan a establecer un liderazgo que fuera ejemplo dentro de una comunidad altamente pecaminosa y marcada por la falta de valores morales elementales. Pueden ser descritos de la siguiente manera
:

1) El obispo o presbítero [2] debe ser “irreprensible” (gr. anénkletos). Una persona a la que no se le puede reprochar algo, en materia de conducta. La palabra se usa dos veces: en el versículo 6, refiriéndose a la conducta moral del líder, en relación con su esposa; en el versículo 7, refiriéndose a su labor como administrador (oikónomos) de la Obra de Dios.

2) El obispo o presbítero debe ser “marido de una sola mujer”. En el griego, literalmente dice: “de una mujer marido” (mias gunaikos aner). No aparece el adverbio “sola”. A lo largo de la historia, se han señalado varios significados para esta frase. Resumimos, a continuación, la excelente explicación al respecto, desarrollada por Nancy Weber de Vyhmeister [4]:

Primero, que el obispo debía estar casado. La frase, efectivamente, conjura el celibato obligatorio, pues admite como regla general, en el ministerio, a hombres casados y con hijos. Sin embargo, la reglamentación no excluye que haya presencia de ministros solteros, por elección personal. Tanto Jesús como el mismo apóstol Pablo, señalaron esta última posibilidad, aunque no como regla general y obligatoria (véase Mt. 19:12; 1 Co. 7:7, 8, 25-38).

Segundo, que el obispo no debía ser polígamo, o sea, tener varias esposas a la vez. Nancy Weber señala al respecto: a) Que para el siglo I, la presencia de la poligamia era sumamente escasa, estando presente solamente en algunos judíos que vivían en Palestina. b) Que, aunque existía el concubinato, “en el siglo I, la monogamia era la única forma legal de matrimonio en el mundo grecorromano”[5]. c) Que la misma frase se aplica a las viudas de 1 Timoteo 5:9. Si la frase “de una mujer marido”, se explica a la luz de la poligamia, entonces, la frase “de un hombre mujer”, señalaría que también había poliandria [6] en esa época, cosa que no tiene ningún respaldo histórico.

Tercero, que el obispo no fuera divorciado. Dentro de la enseñanza neotestamentaria que se expresa en contra del divorcio (Mt. 5:31-32; 19:3.12; 1 Co. 7:10-14), se encuentra también una enseñanza que lo admite bajo circunstancias especiales (Mt. 5:32; 19:9; 1 Co. 7:15). De modo que no puede señalarse de forma tajante que esta sea la explicación a la frase “de una mujer marido”.

Cuarto, que el obispo no se volviera a casar, después de enviudar.[7] Sobre este punto, la señora Weber de Vyhmeister señala que la idea podría armonizar con las instrucciones antiguotestamentarias sobre el recasamiento de los sacerdotes después de enviudar (Lv. 21:13-15), y con algunos pasajes neotestamentarios como Lucas 2:36,37; 1 Corintios 7:8,40. Sin embargo, ella escribe:

Seguir las instrucciones del Antiguo Testamento en cuanto al matrimonio de los sacerdotes no tiene sentido, ya que en ningún punto el ministerio del Nuevo Testamento sigue las reglas del sacerdocio judío. En el mundo romano, volverse a casa después de enviudar, no sólo era común sino hasta obligatorio. El emperador romano César Augusto mandó que todas las viudas menores de cincuenta años volvieran a casarse antes de dos años. En ningún lugar del Nuevo Testamento se dice que el matrimonio después de enviudar es inapropiado. Prohibir a los obispos viudos que volvieran a casarse se asemeja al consejo de los falsos maestros que prohibían totalmente el matrimonio (1 Ti. 4:3).[8]

Quinto, que el obispo fuera fiel en su matrimonio. Esta línea de interpretación fue sostenida por Teodoro de Mopsuestia (ca. 350 – 428), quien escribía que el obispo es “uno que se casa con una mujer, vive con ella con prudencia, se conserva para ella y dirige hacia ella el deseo de la naturaleza”
[9]. Esta postura ha sido adoptada por algunos intérpretes contemporáneos, como C. H. Dodd, Jonh Stott, William Hendriksen y Keener. Weber señala que esta explicación es razonable y concuerda muy bien con todo el contexto del pasaje, y con toda la enseñanza bíblica. La frase resumiría así la idea de que el líder cristiano no sería infiel a su esposa, buscando aventuras temporales extramatrimoniales o teniendo concubinas, y enfrentaría la situación de divorcio y recasamiento adscribiéndose estrictamente a las reglas y excepciones establecidas en el Nuevo Testamento.

3) El obispo o presbítero debe tener un hogar que sea ejemplo para la comunidad. En este caso no sólo en lo referido a su relación matrimonial, tal y como lo vimos en el punto anterior, sino con respecto a sus hijos. La traducción de la Reina-Valera dice: “que tenga hijos creyentes, que no estén acusados de disolución ni de rebeldía”[10]. En griego, la palabra traducida como “creyentes”, es pistos, que significa también “fiel, fidedigno, digno de confianza, confiable, verdadero”[11]. La Reina- Valera de 1995 sigue a la versión de 1960 y traduce “creyentes”. Esa misma línea de traducción siguen la Reina-Valera Autorizada (1989), la Nueva Versión Internacional (NVI), la Nueva Biblia de los Hispanos (NBLH), la Biblia al día (BAD), la Biblia Dios Habla Hoy, la Biblia Latinoamericana (BL, 1995), la Biblia en Lenguaje Sencillo (BLS) y la Biblia de Jerusalén (BJ). Traducen la palabra pistos como “fieles”, la Reina-Valera de 1865, la Reina-Valera 1909, la Reina-Valera 2000, la Palabra de Dios para Todos (PDT) y la Nácar Colunga, entre otras. Estas dos variantes de traducción se relacionan, a su vez, con dos interpretaciones del texto: la primera sostiene que el obispo debe tener hijos cristianos; la segunda, que sólo basta que sean fieles y obedientes a su padre, que estén en sujeción, que no sean libertinos ni rebeldes, aunque no profesen la fe cristiana. La segunda interpretación es la que ha predominado en el ámbito cristiano.

Es sumamente importante considerar la aplicación de este requisito en un contexto sociocultural diferente al de la época y tipo de sociedad imperante en el que fueron escritas estas palabras. Se han dado casos extremos de disciplinar a ministros del Evangelio, o de expulsarlos de sus funciones ministeriales y aún de la congregación, por las malas conductas y acciones de hijos que ya no están más bajo su tutela y que, habiendo alcanzado la mayoría de edad, se han descarriado voluntariamente de la fe. El siguiente análisis tiene como objetivo ofrecer información relevante que permita no sólo una buena interpretación, sino una correcta aplicación del pasaje a la realidad de la Iglesia en diferentes épocas y condiciones socioculturales como las nuestras.

En primer lugar, es importante tener en cuenta el tipo de relación padre – hijo, que se establecía en el siglo I de la era cristiana, dentro del mundo grecorromano. En este sentido cabe señalar que, tanto en la concepción hebrea como en el Derecho Romano, el ejercicio de la patria potestad o autoridad paterna era muy diferente a la que se sostiene en los sistemas legales actuales, particularmente en el mundo occidental. En el mundo grecorromano, no importaba que el hijo hubiera alcanzado la mayoría de edad establecida por la sociedad, o que se hubiera casado, o aún que ocupara importantes posiciones políticas, militares, económicas y sociales. Mientras el padre viviese, y salvo por algunas excepcionales emancipaciones, el hijo siempre estaba subordinado a su padre. Particularmente, en el marco del derecho romano, el concepto de patria potestad había dado al padre facultades extraordinarias sobre los miembros de la familia, incluyendo los hijos. La legislación romana primitivo, establecida en las Doce Tablas, daba al padre el poder de vida y muerte sobre sus hijos. Aunque este tipo de prerrogativa fue paulatinamente limitada a medida que se desarrolló el derecho civil, y el poder de las instituciones gubernamentales, sin embargo, aún para el siglo I d.C., el peso legal de la patria potestad era sumamente fuerte. En el marco del pasaje que estamos leyendo, encontramos que, cuando se habla de “hijos”, se está refiriendo a hijos de cualquier edad (menores o mayores de edad) y en cualquier estado civil (casados o solteros), que no estuviesen emancipados por causas excepcionales.

En segundo lugar, es importante tener en cuenta que el contenido y alcance del concepto de “patria potestad” ha variado notablemente con respecto al siglo I d.C., en el mundo grecorromano. Generalmente, los códigos civiles de las naciones occidentales establecen: a) un límite para establecer lo que se denomina “mayoría de edad”; b) un concepto diferente de las relaciones padres – hijos, en relación con la minoría y mayoría de edad y el ejercicio de la patria potestad. Más allá de las variantes que puedan manifestarse en los diferentes países, una cuestión queda clara: a) que la mayoría de edad suele establecerse generalmente entre los 16 y 21 años; b) que una vez adquirida dicha mayoría de edad, el hijo queda emancipado totalmente de la tutela paterna, y tiene responsabilidad legal propia e independiente. Cesa legalmente la patria potestad. El padre pierde el derecho legal a imponer su autoridad en el hijo y, al mismo tiempo, no es responsable de las conductas que este desarrolle, ni de las acciones que lleve a cabo. El padre solo puede aconsejar y guiar, pero no puede ir más allá. Este marco de costumbre y legalidad ha determinado un cambio en las mismas actitudes de los hijos, que se acostumbran a actuar con independencia en relación con sus progenitores.

Todo esto introduce una visión diferente a la hora de aplicar el requisito a la vida de la iglesia, y debe impulsarnos a mantenernos alejados de literalismos irracionales y de extremismos legalistas, que causan daño a los creyentes y a la Obra de Dios.

4) El obispo debe tener un carácter y una conducta gobernados por la moderación y la sobriedad. Por una parte, el líder cristiano no debe ser:

a) “Soberbio”, o sea, arrogante, “pagado de sí mismo”; esta es la idea que transmite la palabra griega usada audsádes, que significa literalmente, “que se agrada a sí mismo”.

b) “Iracundo”. La palabra griega es orguilos y caracteriza a una persona irrascible, que se irrita fácilmente, que se llena de ira por cualquier cosa.

Con respecto a estos atributos negativos, Beacon Hill escribe:
Todas son faltas de carácter que, si se toleran en un líder de la iglesia, de seguro lo conducirán a su ruina. El hombre soberbio es arrogante, sabio en su propia opinión y terco. Tales características traicionan por completo el espíritu del Maestro. El hombre iracundo es de temperamento irritable, vengativo, no tiene paciencia, lo cual es esencial para el siervo de Cristo. [12]

c) “Dado al vino” (pároinos). Un eufemismo para designar a los bebedores consuetudinarios, a los borrachos. El alcoholismo era una verdadera epidemia en el Imperio Romano y muy particularmente en Creta. Aún en la vida cotidiana, debido a la mala calidad de las aguas, las personas mezclaban agua con vino, para apagar la sed.

d) “Pendenciero” (plektes), o sea golpeador, belicoso, peleón.

e) “Codicioso de ganancias deshonestas” (aijrokerdés). Esta frase cobra realce cuando leemos en el versículo 11 que los falsos maestros andaban “enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene”. Aquí, el apóstol vuelve a usar las dos palabras que componen a aijrokerdés. En contraste con los falsos maestros, el verdadero líder cristiano debe caracterizarse por su sobriedad en materia financiera; mucho más, no debe comprometer su enseñanza y su mensaje por ningún tipo de beneficio económico. No debe seguir las modas teológicas o predicar lo que a la gente le gusta escuchar, sencillamente porque va a recibir más invitaciones, o va a obtener mejores ofrendas. El móvil de su servicio a Dios no debe ser el enriquecimiento, o el obtener ventajas materiales, sino el amor al Señor y al prójimo. De su manutención y subsistencia se encarga su propio patrón, el Señor Jesucristo, que establece en Su Palabra que “el obrero es digno de su salario” (1 Ti. 5:18; comparar con 1 Ti. 6:5,6).

Por otra parte, el líder cristiano debe mostrar una serie de cualidades positivas, que lo distingan en medio de la congregación y la comunidad donde ejerce su ministerio. Los versículos 8 y 9 contraponen a lo descrito en los versículos anteriores, una serie de requisitos positivos de carácter personal y ministerial:

a) “Hospedador”. La palabra griega es philóxenos que significa literalmente “amor al extraño”, y se traduce también como “hospitalario”[13]. El significado de esta palabra, en este contexto, alcanza plenitud si pensamos en el ejemplo de Gayo, citado por el apóstol Juan:”Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, mayormente a los desconocidos” (3 Jn. 5). El propio Juan contrasta la actitud de ese discípulo, con la de un falso líder, Diótrefes: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia”. (3 Jn. 9,10).

b) “Amante de lo bueno” (philagazos). Esta es la única vez que esta palabra aparece en todo el Nuevo Testamento. [14] El líder cristiano debe amar lo bueno y ser bondadoso, debe encaminar sus pensamientos, afectos y voluntad hacia lo que es bueno, justo, honesto, virtuoso (Fil. 4:8; 1 Co. 13:5,6).

c) “Sobrio”, “justo”, “santo”. En su Comentario de la Epístola a Tito, Bill H. Reeves señala que estas tres cualidades “tocan todas las relaciones de la vida”: “El anciano debe ser sobrio (hacia sí mismo), justo (hacia sus semejantes), y santo (hacia Dios)”[15]. La sobriedad tiene que ver con la regulación de nuestra mente y de nuestros afectos, para no dejarnos arrastrar por los excesos, en cualquier área de nuestra vida. Implica moderación, sensatez, prudencia, discreción, entre otras cosas. Tal es el significado que involucra la palabra griega sofrona empleada aquí. La justicia involucra imparcialidad en el trato hacia los demás. El favoritismo y la parcialidad es un mal que debe ser evitado a toda costa por el ministro del Señor. La santidad, esa doble posición de separación del pecado y mundanalidad, y de consagración permanente y continua al Señor, debe ser siempre la meta del líder cristiano. Esa santidad será garantía de una actuación justa y sobria delante de Dios, y para con los hombres.

d) “Dueño de sí mismo”. Esta es la única vez, en todo el Nuevo Testamento, que se emplea el adjetivo egkrastés, y que se traduce en la Reina-Valera como “dueño de sí mismo”. En su forma sustantiva es usado, en la Biblia, como “dominio propio” (Hch. 24:25; 2 P. 1:6) y “templanza” (Gá. 5:23). Ser “dueño de sí mismo” implica tener autocontrol sobre nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, pasiones y apetitos. Significa que ninguna otra cosa puede dominarlo (1 Co. 6:12).

e) “Retenedor de la palabra fiel, tal y como ha sido enseñada”. El vocablo griego traducido aquí como “retenedor” es antejómenon, participio del verbo antéjomai que significa primariamente “sostenerse a uno mismo opuesto a”, por implicación llega a tener el significado de “adherirse a” y, por extensión, “interesarse por, estimar, retener, sostener”[16]. La palabra traducida como “fiel” es el adjetivo pistos que significa “fidedigno, confiable, digno de confianza”[17]. “Tal y como ha sido enseñada”: literalmente, en el griego, leemos “katá tén didajén” o sea, “de acuerdo con la doctrina” o “de acuerdo con la enseñanza”[18]. El siervo del Señor debe estar adherido, retener en sí mismo, sostener, estimar siempre la Palabra de Dios fidedigna, de acuerdo con lo que enseña la Escritura. El pensamiento aquí tiene su paralelo en 1 Timoteo 3:2, en el que se sostiene que el obispo debe ser “apto para enseñar”. Una y otra vez, el apóstol insiste en la preparación doctrinal del ministro de Dios. Solamente se puede retener, sostener, estimar, defender, lo que se conoce. En 1 Timoteo 3:6, el apóstol agrega “no un neófito” o sea, un ignorante, un desconocedor. El propósito de este mandamiento es garantizar que el ministro “sea capaz, tenga el poder de exhortar de acuerdo con la sana enseñanza o doctrina, y pueda oponerse y rebatir la falsa doctrina”. Esta es la idea que puede ser derivada del texto griego.

Notas biblográficas:

[1] Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Miami, FL: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
[2] No existe una real diferencia entre ambas palabras en este pasaje.
[3] http://www.andrews.edu/universitypress/content/cap16.pdf. Resumen realizado por la editora.
[4] http://www.andrews.edu/universitypress/content/cap16.pdf
[5] Poliandria o poliandría (Gr. Polys – muchos; andros –hombres): una mujer casada con varios hombres. Este tipo de matrimonio ha sido practicado por algunas etnias del Tibet, y por ciertos grupos inuits o esquimales. La poliandria tiene su contrapartida en la poliginia, el término específico para designar el matrimonio de un hombre con varias mujeres, aunque en este último caso, por ser la práctica más generalizada, se le nombra con el término más genérico de poligamia (muchos matrimonios), que abarca a ambas prácticas. (Nota de la editora).
[6] Esta interpretación ha sido sostenida en ciertos ámbitos de la Cristiandad. Es, por ejemplo, un requisito para los “popes” de la Iglesia Ortodoxa Griega. (Nota de la editora).
[7] http://www.andrews.edu/universitypress/content/cap16.pdf
[8] Citado en http://www.andrews.edu/universitypress/content/cap16.pdf
[9] Versión Reina-Valera. 1960. E-Sword. La Espada del Espíritu.
[10] Diccionario y Concordancia Strong. E-Sword. La Espada del Espíritu.
[11] Beacon Hill. Comentario Bíblico. (Kansas City, MO: Casa Nazarena de Publicaciones), (¿AÑO DE EDICIÓN?) p. 711
[12] Diccionario y Concordancia Strong. E-Sword. La Espada del Espíritu.
[13] Reeves, Bill H. Notas sobre Tito.
http://billhreeves.seekye1st.net/Commentaries/NOTAS%20SOBRE%20TITO,%20corrected%2012-27-02%20&%2009-04
[15] Diccionario y Concordancia Strong. E-Sword. La Espada del Espíritu.
[16] Diccionario y Concordancia Strong. E-Sword. La Espada del Espíritu.
[17] Diccionario y Concordancia Strong. E-Sword. La Espada del Espíritu.

Llanes, Alba. Trabajo de Investigación para la edición de Epístolas Pastorales, material didáctico de EDISUB (Estudios Dirigidos de Superación Bíblica), Asambleas de Dios, Cuba, 2007. Apuntes Exegéticos. (Rancho Cucamonga, CA: EDICI). 2007.

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Guarda lo que se te ha encomendado (1 Timoteo 6:20,21).

Posted by alballanes en May 25, 2007

Guarda lo que se te ha encomendado.
20 Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, 21 la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo. Amén.

La preocupación permanente del apóstol es la conservación de fe y de la predicación del Evangelio. Esta misma idea es la que se vuelve a repetir en 2 Timoteo 1:14. De hecho, en ambos versículos se usa el mismo vocablo (paradséke), que puede traducirse como “depósito”
[1].

A Timoteo se le ha encomendado proteger, cuidar celosamente la sana doctrina, los santos mandamientos del Señor. Debe estar permanentemente en guardia, contra cualquier cosa que pueda desviarlo de la fe. Tal es la idea que transmite el verbo griego fulasso traducido aquí como “guarda”.


Una de las prácticas que podrían poner en peligro ese valioso depósito de la fe era entrar en pláticas y discusiones vanas sobre temas intrascendentes (en este caso, las discusiones sobre genealogías angélicas y temas esotéricos de los gnósticos judaizantes y de los docetistas) que podían hundirlo en verdaderos pantanales de confusión y de duda. La palabra griega traducida como plática es kekofonía, de la que proviene el término castellano “cacofonía”. Kekofonía señala una plática vana, insustancial, irrelevante, carente de sentido.

Aunque nuestra palabra “cacofonía” ha variado en significado[2], sin embargo podríamos utilizarla como metáfora para transmitir la idea de que la disonancia de las conversaciones y discusiones sobre temas irrelevantes, pueden ser un enloquecedor ruido que nos hagan desviar la atención de la sana palabra de Dios.

Notas bibliográficas.
[1] Ver Capítulo IV, II 6.
[2] Cacofonía. (Del gr. kakofonía, de kakófonos , malsonante). f. Disonancia que resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de la palabra. Microsoft® Encarta® 2006. © 1993-2005 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.


Llanes, Alba. Trabajo de Investigación para la edición de Epístolas Pastorales, material didáctico de EDISUB (Estudios Dirigidos de Superación Bíblica), Asambleas de Dios, Cuba, 2007. Apuntes Exegéticos. (Rancho Cucamonga, CA: EDICI). 2007.

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La atención a las viudas (1 Timoteo 5:3-16).

Posted by alballanes en May 24, 2007

Desde los inicios de la Iglesia, en el seno de la misma, se había formado una institución para socorrer a mujeres viudas (ver Hechos 6:1; 9:36-39). La posición de desventaja de la mujer en la sociedad de la época, y la falta de instituciones de bien público encaminadas a la protección y sostenimiento de los desvalidos, hizo perentorio que la Iglesia tomara, en sus manos, la iniciativa de ayudar en forma efectiva a los necesitados dentro de ella, entre los cuales abundaban las viudas. La palabra “honra” usada aquí, se emplea en el mismo sentido que en la frase “doble honor” de 1 Timoteo 5.17: “sostenimiento financiero”. Sin embargo, este socorro no debía ser dado indiscriminadamente, sino siguiendo ciertos principios. El abuso de confianza y la actitud desleal e, inclusive, inmoral de ciertas mujeres dentro de la Iglesia, obligaron a establecer requisitos para la administración de este tipo de ayuda.

Requisitos para recibir este servicio.

a) Que fueran verdaderamente desamparadas (v. 4): Viudas que no tuvieran familiar alguno que se encargara de ellas. Podrían ser mujeres que habían perdido todos sus familiares, o mujeres creyentes cuyos familiares no creyentes las dejaban desamparadas por causa de su fe. El apóstol enfatiza la necesidad de que, en el seno de las familias, se desarrollara el sentido de la responsabilidad con respecto a las mujeres que quedaban solas. Por las palabras de los versículos 7, 8 y 16, algunos creyentes que tenían viudas en su familia, estaban dejando, a cargo de la Iglesia, la responsabilidad del sostenimiento de ellas, eludiendo así sus propias obligaciones al respecto.

b) Que fueran verdaderamente piadosas (vv. 5, 6): “Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día. 6 Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta”. Los recursos de la Iglesia, generados muchas veces con verdadero sacrificio, por los creyentes fieles, debían estar destinados a aquellas viudas que llevaban una vida de sobriedad y de dedicación al Señor, no a las que estuvieran entregadas a una vida de placer, cómoda y muelle. Bill H. Reeves escribe al respecto: «La palabra griega para decir «se entrega a los placeres» es una sola, y quiere decir vivir en la autogratificación, o vida voluptuosa y lujosa. No se hace referencia a vida en placeres ilícitos o criminales, sino a vida mimada y regalada, en la comida, la bebida, y la ociosidad. Esta palabra griega aparece en el Nuevo Testamento solamente aquí, y en Santiago 5:5 (habéis sido disolutos)” [1].

c) Que tuvieran una edad avanzada (v. 9). Había dos razones por las cuales el apóstol Pablo estaba estableciendo un límite mínimo de edad [2] para comenzar la ayuda a las viudas:

Primero, algunas mujeres cristianas que habían enviudado jóvenes, después de haber disfrutado de la ayuda solidaria de la iglesia, en vez de seguir fieles a Dios, se habían casado nuevamente, pero fuera del orden y la voluntad de Dios, posiblemente con hombres no creyentes. El versículo 15 señala que “Algunas se han apartado en pos de Satanás”. La frase es dura y señala hasta qué grado de rebeldía y apostasía habían llegado. Uno no puede menos que preguntarse si entre ellas no habría algunas que llegaron a convertirse en las “mujercillas” de 2 Timoteo 3: 6,7.

Segundo, que el sostenimiento financiero de viudas jóvenes podría traer como resultado la ociosidad, la molicie y la dedicación de ellas al chisme y la murmuración. Como cristianas, ellas no debían mantenerse improductivas: si no se dedicaban a lo espiritual, a la oración y la intercesión y a llevar una vida de servicio a Dios, lo mejor que hacían era casarse nuevamente, y emplear su tiempo, su vigor, y sus capacidades para formar familias cristianas saludables.

d) Que mostraran una buena conducta general y servicio a los santos. El apóstol añade: “9 que haya sido esposa de un solo marido, 10 que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra”.

Cabe aquí una observación: la mentalidad grecorromana y oriental consideraba a las mujeres como inferiores a los hombres, y como en un estado de permanente infancia, por lo que debían siempre estar bajo la tutela de alguien, fuera padre, hermano, esposo o hijo. La idea de una mujer joven, soltera e independiente financieramente, no cabía en la cosmovisión del mundo de aquella época. De modo que, para una mujer joven, la opción más viable para su propia protección era el matrimonio. Parece ser que el sistema de ayuda a viudas, implementado en la Iglesia primitiva, estaba propiciando una nueva conducta en ciertas mujeres que, por su soledad, habían quedado en cierto modo bajo la tutela de la Iglesia. Esta tutela y la manutención que conllevaba, las liberaba de toda responsabilidad personal, y les ofrecía una vida de libertad desconocida anteriormente. No todas usaban esta libertad para bien, o sea, para servir a Dios con mayor flexibilidad (compárese con 1 Corintios 7: 8, 9, 26, 34), sino que algunas se estaban acostumbrando a llevar una egoísta vida de autosatisfacción y deleite, a costa de la ayuda que recibían. Pablo, entonces, recomienda que esas mujeres hagan lo que era considerado más provechoso, aparte de servir a Dios: casarse, tener hijos, formar un hogar. Aún en la época actual, cuando la mentalidad ha cambiado y el espectro de posibilidades para la mujer se ha ampliado, el principio permanece inamovible: la ayuda de la Iglesia debe estar encaminada a proveer para satisfacer la verdadera necesidad. Siempre que la persona creyente tenga algún medio para sostenerse a sí misma, no debe ser carga para la Obra del Señor. Esto, por supuesto, debe ser entendido en el contexto de la ayuda a los necesitados, no debe ser aplicado para aquellos que están dedicados por completo al servicio a Dios, ya que “el obrero es digno de su salario”.

Notas bibliográficas:
[1] Reeves, Bill H. Notas sobre 1 Timoteo.

http://billhreeves.seekye1st.net/Commentaries/1%20TIMOTEO/NOTAS%20SOBRE%201%20TIMOTEO,%20Sept.pdf
[2] El límite citado por Pablo es 60 años. Al respecto señala John Gill, en Exposition of Entire Bible: “La edad de 60 años fue reconocida por los judíos como “vejez”, pero no antes”. E-Sword, La Espada del Espíritu.

Llanes, Alba. Trabajo de Investigación para la edición de Epístolas Pastorales, material didáctico de EDISUB (Estudios Dirigidos de Superación Bíblica), Asambleas de Dios, Cuba, 2007. Apuntes Exegéticos. (Rancho Cucamonga, CA: EDICI). 2007.

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Una esencia agradecida

Posted by alballanes en May 21, 2007

La ingratitud forma parte intrínseca de nuestra naturaleza pecaminosa. Surge ella de nuestra inconformidad, de nuestra insatisfacción, de nuestra deslealtad y, en última instancia, de nuestro egocentrismo. La gratitud, por su parte, es un sentimiento que, como señala el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, “nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera”.

Dios, que conoce nuestro corazón, y que trabaja en nuestras vidas, para formar la imagen de Cristo en nosotros, nos ha dado mandamientos, órdenes concretas y específicas con respecto a la gratitud y el agradecimiento. Agradecer, ser agradecidos, emana directamente de la Voluntad del Señor para con nosotros. Esto es lo primero que salta a la vista cuando, en 1 Tesalonicenses 5:18, leemos: “Dad gracias a Dios en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. Forma parte de Su proyecto de vida para cada uno de sus hijos, de Su plan maestro para la conformación de la imagen de Cristo en nuestras vidas.

El segundo punto importante que encontramos en este versículo es el mandato específico traducido como “Dad gracias”. En el griego, el verbo es eujaristeo. Tiene dos significados básicos: primero, “ser agradecido”; segundo, “expresar gratitud, dar gracias”. La primera definición apunta a la esencia del sujeto; la segundo, a la acción. Por su significado, puede ser tomado como un verbo de esencia y de acción. Eujaristeo señala simultáneamente a la persona cuya esencia es agradecida y, al mismo tiempo, a la acción que realiza esa persona, y que emana de esa esencia. Traducido primariamente, sin entrar en un análisis gramatical más profundo, podemos leer: “Sed agradecidos” y “Expresad gratitud” o “Dad gracias”.

Ahora bien, el verbo aparece en Modo Imperativo, señalando así la calidad de mandato de las palabras que se están escribiendo. Es un imperativo de la Voz Activa, lo que significa que la acción que se ordena es impuesta desde el exterior y debe ser obedecida sin excusas ni pretextos. Desde el punto de vista de este pasaje, “Dar gracias en todo” no es una opción para los hijos de Dios, sino una orden ineludible. Se añade también otra cuestión gramatical sumamente interesante: el tiempo usado es el presente, lo que indica una acción continua e ininterrumpida. A la luz de lo analizado, el versículo debe leerse: “Sed agradecidos continuamente” y “Estad dando gracias continuamente en todo” o “Dad gracias continuamente en todo”.

¿Por qué un mandato tajante, una orden indeclinable? Sencillamente porque tan solo la práctica obediente y continuada del mandato de dar gracias desarrollará, en nosotros, hábitos consistentes de agradecimiento. Al “hacerse carne”, estos hábitos llegarán a formar parte esencial de la nueva naturaleza que adquirimos en Cristo Jesús. Porque el objetivo final no es que la acción de agradecimiento sea coercitiva o impuesta desde el exterior, como cuando recordamos a un niño: “¿Ya diste las gracias?”. ¡No! El propósito es que la acción de gracias surja espontánea y continuamente como algo que es parte de nuestra naturaleza, de nuestra esencia, de la misma manera que surge el agua del manantial.

Justamente, esta es la idea que podemos extraer de otro pasaje, usado por el apóstol Pablo: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo, Y SED AGRADECIDOS” (Col. 3:15). La frase “sed agradecidos” es, aquí, una traducción de eujaristoi ginomai, en la que ginomai es un verbo que se traduce como “llegar a ser”. Señala un proceso presente que tiene su concreción completa en el futuro, de modo que, esta parte del versículo puede ser traducida como “y llegad a ser agradecidos”. Está hablando aquí de algo que puede ser alcanzado, de una esencia o naturaleza que puede desarrollarse en nuestro interior hasta alcanzar la madurez y la perfección.

Pero hay algo más: ginomai es un verbo griego que aparece directamente en Voz Media. Así como en la Voz Activa, el sujeto es el que realiza la acción, y en la Pasiva, es el que recibe la acción, en la Voz Media, la acción nace del sujeto y vuelve a él, dando un matiz reflexivo a la misma. ¿Cuál es el significado práctico del uso de la Voz Media en un verbo como ginomai y en una frase como “sed agradecidos”? Sencillamente significa que la acción – en este caso, el agradecimiento – parte del sujeto, en forma espontánea emana de su voluntad, de su propia disposición, sin necesidad de una presión exterior que lo obligue a hacerlo. La idea implicada puede traducirse como: “Y lleguen a ser agradecidos de ustedes mismos”. El agradecimiento debe llegar a ser algo que nazca espontáneamente del corazón como reacción, como reflejo “innato”.

El tercer punto importante lo da la frase “en todo”, que en el original aparece justamente encabezando la oración: “En todo, dad gracias…” (1 Tes. 5:18). En toda circunstancia, en todo momento, en todo lugar, en todo lo que hacemos y que decimos, debemos dar gracias a Dios. Este sentimiento de gratitud, esta acción de agradecer puede comenzar siendo, en nosotros, la obediencia a un mandato impuesto desde el exterior, que muchas veces entrará en conflicto con nuestra naturaleza humana, con nuestra ingratitud, con nuestra falta de confianza, con nuestro egoísmo. Sin embargo, deberá irse desarrollando cada vez más como un hábito que domine nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestra voluntad, hasta fundirse en nuestra naturaleza hasta tal punto que sea parte intrínseca de ella. Este es el significado de la frase.

La gratitud, vista entonces desde esta perspectiva, es una muestra de nuestra absoluta entrega a Dios, y de nuestra completa confianza en Su soberanía. Si creemos que Él es el Soberano por encima de todo, y que tiene el control de todo, entonces estamos confiados de que, en medio de cada circunstancia y situación, Él está, y que todo obrará para bien. La paz del soberano Dios gobernará nuestras vidas (Col.3:15). Estaremos tranquilos, confiados, seguros, AGRADECIDOS.

Y esa esencia marcada por la gratitud se reflejará no sólo en nuestras actitudes y palabras, sino en nuestras acciones. Tal es el pensamiento que expone el apóstol Pablo cuando escribe a los colosenses: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el Nombre del Señor Jesús, DANDO GRACIAS A DIOS EL PADRE POR MEDIO DE ÉL” (Col. 3:17).

Cuando el mismo apóstol escribía a los efesios acerca de la vida de plenitud en el Espíritu Santo, colocó la acción de gracias continua como uno de los medios a través de los cuales la corriente del Espíritu fluiría y rebozaría en nuestros corazones. Él escribió en Efesios 5:18-20: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con cánticos e himnos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones, DANDO SIEMPRE GRACIAS POR TODO AL DIOS Y PADRE, EN EL NOMBRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO”. Hay un verdadero mecanismo de causa – efecto – causa, que une la plenitud de la vida en el Espíritu, con el desarrollo de una naturaleza agradecida: cuanto más llenos somos del Espíritu de Dios, más agradecidos estamos, y cuanto más agradecemos a Dios, más rebozamos de Su Espíritu. En este punto, nuestra naturaleza humana, nuestra carne, sujeta al mandato externo, impuesto para nuestro bien, comienza a dejar de hacer resistencia, y deja su lugar a la acción espontánea que surge de una esencia transformada por la gracia de Dios y el poder regenerador de Su Santo Espíritu.


Llanes, Alba. (Rancho Cucamonga, California: EDICI) Mayo, 2007.

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