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La Biblia es la Palabra de Dios.

Posted by alballanes en marzo 23, 2007

LA BIBLIA ES LA REVELACION DE DIOS.

La Revelación es la actividad mediante la cual Dios se automanifiesta, o sea se da a conocer a los hombres.
La Revelación implica una relación entre Dios y el Hombre, que en la Biblia es ilustrada a través de los siguientes tipos de relaciones humanas: a) la relación esposo – esposa (Jeremías 3:20; Efesios 5:25-27); b) la relación padre-hijo (Jeremías 3:19; Mateo 7:11; Romanos 8:15,16); c) la relación entre amigos (Isaías 41:8; Juan 15:15).
La Revelación de Dios tiene dos propósitos: 1º. Que Dios dé a conocer de Su amor al Hombre, y lo llene de bendiciones. 2º. Que el Hombre conozca a Dios, y lo ame, lo sirva y lo adore. Dios ha usado diferentes maneras para revelarse al Hombre: a) la naturaleza; b) la conciencia humana; c) la historia; d) la revelación verbal; e) la revelación escrita (la Biblia); f) Jesucristo.
La revelación de Dios en la naturaleza. (Salmo 19:1,2; Romanos 1:20). A través de la naturaleza, Dios da a conocer su omnipotencia (todo lo puede), su omnisciencia (todo lo sabe), su sabiduría y su inmensidad. Sin embargo, no nos da a conocer acerca de Su amor, Su justicia, Su misericordia, Su bondad, Su voluntad, etc.
La revelación de Dios en la conciencia. (Romanos 2:14-16). Consiste en el conocimiento interno que Dios ha puesto dentro del Hombre para que sepa determinar el bien que debe hacer y el mal que debe evitar. Pero esta revelación no es suficiente para darnos a conocer completamente a Dios, puesto que la conciencia humana ha perdido su sensibilidad al contaminarse con el pecado (Romanos 1:24-32).
La revelación de Dios en la Historia. En la historia humana, Dios se ha revelado de dos maneras: a) En el proceso del Plan de Redención, eligió a personas y grupos de personas con el fin de darle a conocer sus propósitos en forma sistemática y ampliada. Algunos ejemplos son: Enoc (Génesis 5:22,24; Judas 14); Noé (Génesis 6:13-22; 9:1-17), Abraham (Génesis 12:1-9; Génesis 15); Moisés (Éxodo 3), etc. En este proceso, el Señor levantó a Israel, como nación, para consumar Sus planes redentores. b) En el control y soberanía sobre todos los acontecimientos históricos, desde el principio de la raza humana hasta nuestros días.
La revelación verbal. Dios HA HABLADO a los hombres. Como vimos en el punto anterior, Él dio a conocer verbalmente Sus propósitos a diversas personas, y habló a Su pueblo Israel y a la Iglesia del Nuevo Testamento. Esta forma de revelación constituyó una manera comprensible de hacer entender al ser humano los planes salvíficos de Dios. Sin embargo, la revelación verbal, en forma oral, tenía sus limitaciones: estaba la posibilidad de que la verdad de Dios fuera deformada a medida que se transmitiera de boca en boca, de generación en generación.
La revelación escrita. Dios inspiró a Sus siervos para que pusiesen por escrito sus palabras con el fin de que los hombres tuvieran un registro fiel de la Voluntad de Dios, y pudieran conocer los planes de Salvación para la Humanidad.
Jesucristo. (Hebreos 1:1-4; Juan 1:18; 14:9). Dios se reveló en forma plena a través de Su Hijo Jesucristo. El nos ha dado a conocer la naturaleza de Dios en su más amplia expresión: Su amor infinito, Su bondad, Su misericordia, Su justicia, Su santidad, etc.

LA INSPIRACION DE LA BIBLIA.

El concepto correcto de inspiración.
Cuando decimos que la Biblia es inspirada por Dios, queremos decir que el mismo Señor tomó posesión de la mente y el espíritu de los escritores, y los guió a hablar y escribir el mensaje divino, preservándolos del error, aún cuando utilizó el estilo propio de cada uno de ellos. Como resultado de lo anterior, encontramos que la Biblia no tiene errores, no se equivoca y es exacta.
Ahora bien, la inspiración divina de la Biblia no significa que: a) Los escritores bíblicos fuesen impecables o no cometieran errores en otras áreas de su vida. (2 Samuel 11; Gálatas 2:11-13, etc.). b) Las palabras de hombres impíos o de Satanás, citadas en la Biblia, sean directamente inspiradas por Dios. Solamente es inspirado el registro que se hace de ellas. (REGISTRO INSPIRADO). c) Dios apruebe los hechos criminales o inmorales narrados en la Biblia. d) Las traducciones de la Biblia, que se han hecho a otros idiomas, sean inspiradas divinamente.

Conceptos equivocados con respecto a la inspiración.

Existen otros conceptos sobre la inspiración bíblica que se apartan de la verdad. Enumeraremos algunos a continuación:
 La Biblia ha sido inspirada de la misma forma que otros libros, o sea, que es producto de ciertos estados mentales y anímicos especiales. (INSPIRACION NATURAL).
 Dios solamente inspiró los pensamientos de los escritores bíblicos, pero no las palabras que ellos emplearon para escribirlos. (INSPIRACION DE CONCEPTOS E IDEAS).
 La Biblia contiene la Palabra de Dios, pero toda ella no es la Palabra de Dios. En ella encontramos pensamientos e ideas que no son inspirados por Dios. (INSPIRACION PARCIAL).
 Dios dictó toda la Biblia, y los escritores escribieron mecánicamente, quedando anulada su personalidad y estilo. (DICTADO MECANICO).
 Las partes más importantes de la Biblia son plenamente inspiradas; las medianamente importantes son “medio inspiradas”; las menos importantes no son inspiradas. (GRADOS DE INSPIRACION).
 Todos los escritores cristianos, tanto bíblicos como extrabíblicos, son inspirados por Dios. (UNIVERSAL INSPIRACION CRISTIANA).

Argumentos en contra de esos conceptos equivocados.

1o. En 2 Timoteo 3:16 leemos: “Toda la Escritura es inspirada por Dios …”. La frase “Toda la Escritura” indica claramente que no queda parte alguna que no haya sido inspirada por Dios. Por su parte, la frase “inspirada por Dios” significa que la naturaleza de la inspiración que tuvieron los escritores bíblicos fue divina.
2o. En 2 Pedro 1:21 leemos que “… los santos hombres de Dios hablaron, siendo inspirados por el Espíritu Santo”. Esto indica que la inspiración no solamente actuó en el área de los pensamientos, sino también en el acto mismo de expresarlos al hablar y al escribir.

LA ILUMINACION.

Es el acto mediante el cual el Espíritu Santo de Dios permite al Hombre comprender el contenido de la Revelación.

DIFERENCIAS ENTRE INSPIRACION E ILUMINACION.

La inspiración no era permanente en la vida de los escritores. La iluminación es permanente en la vida del creyente. La inspiración venía repentinamente y en forma completa e inmediata. La iluminación es progresiva: va en aumento a medida que el creyente madura y crece en los caminos del Señor.


Publicado originamente en la Revista «Fe y Acción», órgano del Concilio Internacional «Una Cita Con Dios» y Misión Mundial Maranatha. Volumen 1, Número 1, abril – junio, 2004, pp. 20, 21.

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Orígenes de la Biblia.

Posted by alballanes en marzo 23, 2007

Tome una Biblia en su mano, y ábrala. Usted está en presencia de un libro singular, único. A lo largo de la Historia, millones de personas la han considerado como “la Palabra de Dios”, y han estado dispuestas a testificar de ella aún a costa de sus propias vidas. Judíos y cristianos la consideran “El Libro” por excelencia, porque creen que, en sus páginas, se encuentra plasmada la Revelación de Dios a la Humanidad.
Tome su Biblia, y acompáñenos en el fascinante viaje que nos permitirá conocer cómo llegó ella a nuestras manos.

Los nombres de la Biblia.
No siempre se le llamó “Biblia” a la Biblia. Diversos fueron los nombres que se le dio; por ejemplo, “Escrituras” (Mateo 21: 42; Marcos 14: 49; Lucas 24: 27; Juan 5: 39; Hechos 17: 2; Romanos 15: 4; 1 Corintios 15: 3-4; 2 Pedro 3: 16); “Escritura” (1 Crónicas 15: 15; 2 Crónicas 30: 5; Esdras 6: 18; Marcos 12: 10; Lucas 4: 21; Juan 2: 22; Hechos 1: 16; 2 Pedro 1: 19-21); “Santas Escrituras” (Romanos 1:2); “Sagradas Letras (o Escrituras)” ( 2 Timoteo 3:15); “Libros” (Daniel 9:2); “El Libro de la Ley” (Deuteronomio 31:26), etc.
La palabra “Biblia” es el plural del término griego “biblión”. Significa literalmente “libritos”. Fue usada por primera vez, en el siglo II, por los judíos de Alejandría, para designar los libros que componen el Antiguo Testamento. Una mención de este uso se hace en dos de los llamados “libros apócrifos” del Antiguo Testamento: 1 Macabeo 12:9 y 2 Macabeo 8:23. En la era cristiana, Clemente de Roma, discípulo del apóstol Pablo, comienza a referirse a las Sagradas Escritura como “La Biblia”. Con el tiempo, la palabra pasó primeramente al latín y, luego, a otras lenguas europeas, como el español. De ahí en adelante, su uso se generalizó.

Cómo se escribió la Biblia.
Fíjese por un momento en esa Biblia que tiene en sus manos. Se requirieron, por lo menos, 1500 años para completar su escritura, desde aproximadamente el 1400 a.C., cuando Moisés escribió el Pentateuco, hasta finales del primer siglo después de Cristo, en que el apóstol Juan escribió Apocalipsis. Más de cuarenta escritores, inspirados por el Espíritu Santo, participaron en su formación. Ellos pertenecieron a diferentes clases sociales. Los hubo reyes, como David y Salomón; sacerdotes, como Ezequiel; funcionarios públicos, como Daniel, Nehemías y Mateo; un médico, como Lucas; pero también pescadores, como Pedro y Juan, y campesinos, como Amós. Todos ellos escribieron en condiciones muy diversas: Jeremías redactó su libro en medio de la guerra que libraban los babilonios contra Jerusalén, y parte del mismo, en una inmunda cárcel; Pablo escribió parte de sus epístolas, en Roma, encadenado a un soldado romano, y otras durante sus viajes misioneros, en diversas ciudades del Asia Menor; Moisés escribió el Pentateuco en el desierto, mientras guiaba a su pueblo hacia la tierra de Canaán; Salomón, en cambio, lo hizo en el palacio real, rodeado de lujos y comodidades.
Vuelva, por favor, a mirar la Biblia. Observe sus finas hojas, las tapas que la encuadernan. Posiblemente, si la cierra, verá que sus bordes son dorados. Pero la Biblia, en su forma primitiva, no fue así. Piense en Moisés. Cuando Dios le dio por segunda vez Su Ley, le ordenó: “Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste” (Éxodo 34:1; ver también Éxodo 24:12; Deuteronomio 9:9; 10:1). ¡Libros de piedra! Efectivamente, uno de los más antiguos materiales empleados por los seres humanos para escribir, fue la piedra. Se escribía sobre ella con un cincel y un martillo y, virtualmente, se tallaban las letras, como si se tratara de una escultura (ver: Job 19:24; Jeremías 17:1). Algunas partes de la Biblia fueron, pues, escritas originalmente en piedra. Pero no sólo en ese material … Vayamos a Isaías 30:8 (lea también Isaías 8:1 y Habacuc 2:2): “Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre”. De acuerdo con las palabras usadas en el hebreo, las tablas de las que se hablan aquí son “tablillas de arcilla”, otro de los materiales cuyo uso fue popularizado en Mesopotamia. Para cumplir el mandato de Dios, tanto Isaías como Habacuc tomaron arcilla, le agregaron agua, hicieron una masa compacta y modelaron una tabla. Sobre el material fresco aún, escribieron lo que el Señor les inspiró, usando un estilus, o sea, una varillita de metal con una punta fina por un lado y otra más gruesa, ambas con forma triangular. Luego, pusieron a secar la tabla, quizás al aire, o quizás al fuego.
“Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas, en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos”. Así escribió el apóstol Pablo en su segunda epístola a Timoteo, capítulo 4 y versículo 13. El tipo de material más generalizado que se usó para escribir los libros bíblicos, fue el papiro. Este material era fabricado a partir de un tipo de junco o caña que aún crece en las orillas del río Nilo, en Egipto. Las láminas del papiro, sometidas a un proceso especial, se convertían en hojas finas sobre las que se podía escribir, usando una caña de bambú con la punta aguzada, y tinta. Esas hojas se pegaban y se enrollaban. Algunos de esos rollos tenían hasta siete metros de largo. Al leerlos, había que irlos desenrollando por un lado y enrollando por el otro. El uso del papiro, como material barato y más accesible, se extendió hasta los primeros siglos de la Era Cristiana. En el año 1947, en las Cuevas del Qumram, en Palestina, fueron encontradas decenas de rollos de papiro, escondidos en vasijas de barro, que datan del primer siglo antes del nacimiento de Jesucristo, y muchos de los cuales contienen libros enteros del Antiguo Testamento. De papiro estaba hecho el rollo que escribió Jeremías, y que el rey Sedequías mandó a quemar (lea Jeremías 36).
El otro material, mencionado por el apóstol Pablo, era el pergamino. Aunque anteriormente, para escribir, se había usado el cuero de animales, en el siglo tercero antes de Cristo, en la ciudad de Pérgamo, en el Asia Menor, se comenzó a trabajar, de una manera especial, el cuero de ovejas, vacas y otros animales. El material era costoso, pero tenía la ventaja que podía cortarse en hojas, coserlo, y armar libros como los que tenemos en la actualidad, a los cuales se les llamó códices.

La Biblia dividida.
Viajamos en el tiempo, hacia la Roma del siglo segundo de la era cristiana. La persecución contra los cristianos está en su apogeo. Entramos en la casa de Claudius. Él es uno de los ancianos de la Iglesia, encargado de la enseñanza de la Palabra de Dios. Con mucha dificultad, y aún a costa de su propia vida, ha logrado preservar algunos manuscritos que contienen los Evangelios y algunas epístolas de Pablo, así como ciertas porciones del Antiguo Testamento hebreo. Claudius está leyendo Juan 3:16, en griego:

OUTWSGARHGAPHSENOZEOSTONKOSMONWSTET
ONUIONAUTOUTONMONOGENHEDWKENINAPASO
PISTEUWNEISAUTONMHAPOLHTAIALLEXEZO
ENAIWNION
Fíjese cómo se vería en español:
“PORQUEDETALMANERAAMODIOSALMUNDOQUEHADADOASUHIJOUNIGENITO
PARAQUETODOAQUELQUECREEENELNOSEPIERDAMASTENGAVIDAETERNA”.
Todas las palabras están escritas en mayúscula, sin separación entre las mismas. No hay puntos, ni comas; no hay divisiones en capítulos y versículos. Claudius lee en voz alta, pues es la manera más fácil para tomar el sentido de lo que se está leyendo. La tarea se dificulta más cuando se trata del hebreo, ya que su escritura sólo consta de consonantes, o sea, no posee vocales. Es como si quisiéramos leer Isaías 53:5, en español, de la siguiente manera:
“PRQLHRDFPRNTRSRBLNSMLDPRNSTRSPCDS” (“Porque Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados…”). Difícil, ¿verdad?
Pero usted ahora observa su propia Biblia y descubre cuán fácil le es leer su contenido. Efectivamente, un largo proceso de organización editorial del texto bíblico se ha producido desde que aparecieron los primeros libros de la Biblia hasta el momento. Echemos un vistazo a la Historia.
Hasta el siglo noveno después de Cristo, aproximadamente, todos los libros escritos se redactaban de la manera que hemos descrito anteriormente. Fue a partir de esa época que comienzan a usarse letras minúsculas, y a separarse las palabras. Los signos de puntuación, como el punto y la coma, por ejemplo, recién vinieron a utilizarse a partir de la invención de la imprenta, en el siglo quince.
Aunque ya judíos y cristianos, en los primeros siglos de la era cristiana, habían hecho algunas divisiones del texto bíblico, con el fin de facilitar su lectura, es alrededor del 1226, que Esteban Langton, arzobispo de Canterbury, en Inglaterra, introdujo la división en capítulos, del Antiguo y del Nuevo Testamento, sobre la versión latina conocida como Vulgata. La división en versículos se produjo en el siglo dieciséis: el monje dominico de origen judío, Santos Pagnino, la hizo con el Antiguo Testamento, en el año 1541; Robert Ettienne, tipógrafo francés, la llevó a cabo con el Nuevo Testamento, en 1551, y algunas partes del Antiguo Testamento, en 1555. En este último año apareció por primera vez la Biblia completa, en la versión Vulgata, con las divisiones de capítulos y versículos, tal y como la tenemos ahora. La primera edición de la Biblia en español, con las divisiones descritas, se produjo entre 1569 y 1572, y se la conoce como Edición Políglota de Amberes porque además, del español, aparecen los textos en latín, hebreo y griego.
Aunque estas divisiones no siempre son acertadas, tienen la ventaja que nos facilitan la búsqueda de citas bíblicas concretas, y la memorización de diferentes porciones, así como el estudio sistemático y profundo de la Palabra de Dios.
Por último, queremos hacerle notar que los títulos que aparecen encabezando diferentes secciones de la Biblia, son producto de arreglos hechos por las editoriales que publican la Palabra de Dios. Como la división en capítulos y versículos, no son inspiradas por Dios y, por lo tanto, pueden estar sujetas a errores e imperfecciones. Hemos llegado al final de la primera parte de nuestro viaje. En próximos números, Dios mediante, abordaremos otros temas relacionados con los orígenes de la Biblia. Hablaremos acerca de los idiomas en que fue escrita, sobre los antiguos manuscritos que han llegado a nuestras manos, sobre las diferentes traducciones que se han realizado y… mucho más.
Publicado originalmente en la Revista «Fe y Acción», órgano del Concilio Internacional «Una Cita Con Dios» y Misión Mundial Maranatha. Volmen 1, Número 2, julio – septiembre, 2004, pp. 20, 21.

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Los manuscritos bíblicos.

Posted by alballanes en marzo 23, 2007

¿Qué ocurrió con los primitivos escritos de la Biblia? ¿Tenemos acceso a los libros originales escritos con puño y letra de Isaías, Lucas, David, Jeremías o cualquier otro de los escritores bíblicos? ¿Cómo puedo confiar que la Biblia que hoy tengo en mis manos preserve el contenido originalmente dado por Dios a los escritores bíblicos? Estas y otras interrogantes relacionadas, circulan en las mentes de muchas personas en la actualidad. Por esta razón, en el marco del fascinante viaje que venimos realizando, nos disponemos hoy a visitar el “territorio” de los manuscritos y traducciones bíblicas. Lo haremos ahora de manera diferente, utilizando el método de preguntas y respuestas.

¿A qué llamamos manuscritos bíblicos?
A rollos y libros o códices escritos a manos, en el que aparece el texto bíblico principalmente en los idiomas en que fue escrito; hebreo, arameo y griego. En hebreo, se escribió la mayor parte del Antiguo Testamento. El arameo, idioma perteneciente a la misma familia lingüística del hebreo, fue usado para escribir algunas secciones del Antiguo Testamento. El griego fue la lengua utilizada por los escritores del Nuevo Testamento. Específicamente fue usado el griego koiné o común, una forma de la lengua griega cuyo uso estaba generalizado hacia el primer siglo de la era cristiana. También nos han llegado manuscritos de las primeras traducciones de la Biblia, hechas a otros idiomas.

¿Cómo puedo saber que el texto actual de la Biblia no es diferente al original?
Primero, existe una gran cantidad de antiguos manuscritos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Según las estadísticas actuales, solamente del Nuevo Testamento, por ejemplo, hay unos 5 000 manuscritos en idioma griego, por lo menos 20 000 manuscritos en otras versiones o idiomas antiguos, incluyendo las copias antiguas de la Vulgata Latina, y unas 13 000 copias manuscritas de porciones.
Segundo, esos manuscritos son suficientemente antiguos como para que puedan mantener el texto original. El manuscrito más completo y antiguo del Nuevo Testamento, el Códice Sinaítico, data del siglo IV después del nacimiento de Cristo, pero existen manuscritos de porciones, que son mucho más antiguos. Estos son algunos ejemplo: el papiro Chester Beatty y el papiro Bodmer II, que vienen del segundo siglo de la Era Cristiana. El primero contiene casi todos los libros del Nuevo Testamento, mientras que el segundo es un manuscrito del Evangelio de Juan. Se han encontrado también fragmentos de escritos del Nuevo Testamento, como por ejemplo, el fragmento John Rylands, de aproximadamente 130 años después del nacimiento de Cristo, que contiene a Juan 18:31-32. Fue escrito unos 30 a 35 años después que el apóstol Juan escribiera el manuscrito original de ese Evangelio. Un fragmento del Evangelio de Marcos, y dos pequeños fragmentos con textos de Hechos, Romanos, 1 Timoteo, Santiago y 2 Pedro, fueron descubiertos en una de las cuevas del Mar Muerto. Después de un análisis minucioso, se llegó a la conclusión de que esos fragmentos provienen de un manuscrito redactado antes del año 70 después del nacimiento de Cristo. Con respecto al texto del Antiguo Testamento, hasta 1896, los más antiguos manuscritos databan del siglo noveno después de Cristo, pero el descubrimiento de 200 mil fragmentos encontrados en una sinagoga, en Palestina, extendieron la fecha de antigüedad a los siglos VI y VII después de Cristo. Sin embargo, el más importante hallazgo ha sido el de los famosos Rollos del Mar Muerto, en 1947, que pusieron en manos de los expertos, documentos que contienen libros de esa parte de la Biblia, los cuales datan del primero y del segundo siglo antes del nacimiento de Cristo.
Tercero, los copistas tuvieron mucho cuidado a la hora de transcribirlos. En el caso del Antiguo Testamento, el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, en 1947, ha demostrado que los copistas hebreos fueron muy rigurosos a la hora de transcribir los manuscritos del AT. Se llegó a esta conclusión cuando se comparó el texto hebreo bíblico de los manuscritos del siglo IX después de Cristo, con los documentos encontrados en el Mar muerto. Se descubrió que el texto había sido conservado con una exactitud increíble. Esta preservación textual se debió al trabajo realizado por eruditos hebreos conocido como masoretas. En el proceso de copiar la Biblia, vez tras vez, ellos llegaban a contar, inclusive, el número de palabras, sílabas y letras, de modo que no faltara ni siquiera una. Aquellos manuscritos en los que se encontraba algún error, eran desechados. No podían ser usados en los oficios religiosos.
Cuarto, independientemente de la gran cantidad de manuscritos existentes, en lo que respecta al NT, citas textuales del mismo aparece en los escritos de otros autores cristianos antiguos. Se señala que en los escritos cristianos de los primeros 350 años después del nacimiento de Cristo aparecen unas 36 000 citas del Nuevo Testamento, suficientes en variedad y cantidad como para poder reconstruir gran parte del mismo si no existieran manuscritos.

¿Qué ocurre con las llamadas “variantes textuales” en los manuscritos bíblicos?
Son pequeños cambios de letras o palabras que se producían durante la copia o trascripción de los manuscritos bíblicos, tanto del Antiguo, como del Nuevo Testamento. A veces se trata de la repetición de una misma palabra en dos líneas diferentes, a veces es un cambio en el orden de las palabras o de ciertas letras, o ciertos errores ortográficos. Estas alteraciones se producían generalmente debido al cansancio del copista. Aún hoy esto ocurre, a pesar de todos los medios electrónicos que se disponen para editar libros. Sin embargo, cabe señalar que esas variantes textuales que aparecen en los miles de manuscritos no afectan la esencia y significado del contenido bíblico.

¿Qué son los Rollos del Mar Muerto y qué importancia tienen para nosotros los cristianos?
Los Rollos del Mar Muerto o del Qumram son un conjunto de unos 800 manuscritos, descubiertos accidentalmente por un pastor de ovejas beduino, en 1947, en unas cavernas ubicadas alturas que bordean la parte norte del Mar Muerto, y que se les conoce con el nombre de Qumram. Los documentos son producto del trabajo de una comunidad religiosa judía, que habitó en ese lugar justamente entre el año 100 antes de Cristo y el 135 después del nacimiento de Cristo. De esos 600 manuscritos, una buena parte de ellos son rollos que contienen porciones o libros del Antiguo Testamento, que copiados entre el siglo segundo antes de Cristo y el siglo primero después de Cristo.
Como señalamos más arriba, la primera importancia que tiene este descubrimiento es que nos permite verificar la fidelidad en la transmisión del texto del Antiguo Testamento, a lo largo de los siglos. En segundo lugar, nos permite constatar que el canon o lista aceptada de los libros del Antiguo Testamento ya estaba perfectamente delimitado para esa época. La tercera importancia es que nos permiten conocer mucho más acerca de las circunstancias históricas, culturales y religiosas de los tiempos en que vivió nuestro Señor Jesucristo.

¿Cuáles son los manuscritos bíblicos más famosos, además de los Rollos del Qumram?
El Códice Sinaítico. Fue descubierto en 1844, por un catedrático alemán, el conde Tischendorf, en el Monasterio de Santa Catalina, ubicado en el Monte Sinaí. Los monjes del lugar, ignorantes del valor de decenas de pergaminos que se conservaban allí, habían estado alimentando el fuego de la estufa, con ellos. Después de diferentes viajes y negociaciones, el conde alemán pudo obtener un volumen completo que contenía todo el Nuevo Testamento y una gran parte del Antiguo Testamento en idioma griego, en la versión conocida como Septuaginta. El manuscrito fue regalado al zar de Rusia. Cuando los comunista pusieron fin al gobierno zarista, las autoridades ateas rusas vendieron el códice al Museo Británico.
El Códice Vaticano. Fue escrito en la primera mitad del siglo IV. Desde el siglo XV se haya depositado en la Biblioteca del Vaticano, en Roma. Contiene toda la Biblia, pero le faltan algunas porciones del texto sagrado.
El Códice Alejandrino. Depositado también en la Biblioteca del Vaticano, data del siglo V de la era cristiana. Contiene toda la Biblia en idioma griego, con excepción de cuarenta hojas que se perdieron.

¿Cómo puede usted conocer más acerca de este tema?
El tema de los manuscritos bíblico es amplio y fascinante. Existen interesantísimas historias que nos narran de qué manera el texto sagrado fue preservado a través de los siglos. Usted puede acceder a esa información de diferentes maneras, ya sea a través de libros como “Evidencia que exige un veredicto”, de Josh MacDowell, o de páginas de Internet, en las cuales hay una amplísima y abundante información. Basta que utilice un buscador como www.google.es, y escriba allí, entre comillas, frases como “manuscritos bíblicos”, “Códice Vaticano”, “Códice Sinaítico”, y similares. Encontrará textos y fotos que enriquecerán su conocimiento y fortalecerán su fe.

Publicado originalmente en Revista «Fe y Acción», órgano del Concilio Internacional Una Cita Con Dios» y Misión Mundial Maranatha. Volumen 1, Número 3, octubre – diciembre, 2004, pp. 20, 21.

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Traducciones de la Biblia. Primera Parte.

Posted by alballanes en marzo 22, 2007

La primera traducción de la Biblia.

Allá por el año 250 antes del nacimiento de Jesucristo, gobernaba Egipto el rey Ptolomeo Filadelfo. Era la época en que florecía la cultura griega en la ciudad de Alejandría, y su vasta biblioteca se enriquecía con libros procedentes de los más recónditos territorios. El bibliotecario jefe, Demetrio de Falaro, convenció a Ptolomeo acerca de la necesidad de incluir, en el gigantesco archivo, los escritos sagrados de los judíos traducidos al idioma griego, la lengua internacional del momento. El rey, sin pérdida de tiempo, envió una comitiva al mando de Aristeo, oficial de la guardia real, para solicitar al sumo sacerdote Eleazar, que le enviara una copia de la Torah, así como a un grupo de sabios judíos, que pudieran realizar la traducción. Cuenta la antigua tradición que 72 sabios tradujeron, del hebreo al griego, en 72 días, todo lo que hoy conocemos como Antiguo Testamento, haciendo ver la luz, así, a la primera traducción de la Biblia, conocida con el nombre de Septuaginta o Versión de los Setenta (LXX).
Hoy se cree que el trabajo de traducción llevó mucho más tiempo, y que detalles de la historia anterior son más bien legendarios, pero lo importante es que la Septuaginta vio la luz entre los siglos II y III antes de Cristo, y que se convirtió en el texto bíblico más usado durante los siglos posteriores. El Señor Jesús y los apóstoles la utilizaron con frecuencia, de modo que las citas del Antiguo Testamento, que aparecen en los escritos del Nuevo Testamento, son sacadas directamente de la Versión de los Setenta.

La extensión del Cristianismo y las traducciones.

La respuesta a la Gran Comisión, dada por el Señor Jesucristo a sus discípulo,s dio como resultado, en los primeros siglos de la Era Cristiana, la expansión del Evangelio más allá aún de las fronteras del Imperio Romano. Pueblos considerados “bárbaros”, por no hablar las lenguas griega y latina, y poseer una cultura diferente a la grecorromana, fueron alcanzados por el mensaje cristiano. La necesidad de llevar la Palabra de Dios de manera comprensible a cada uno de ellos, dio como resultado una abundante y dinámica actividad de traducción de la Biblia a los idiomas vernáculos.
Durante el segundo siglo de la era cristiana, los cristianos se vieron en la necesidad de traducir la Biblia a varios idiomas, que tenían muchos hablantes convertidos al Evangelio: el arameo siríaco, el copto y el latín. El primero de estos idiomas se hablaba en Palestina y en la Mesopotamia, así como en ciertas regiones del Asia Menor. El copto era la lengua de Egipto, y el latín era hablado en todas las regiones occidentales del imperio romano, incluyendo el norte de África. Vieron la luz así traducciones muy antiguas de las que apenas quedan fragmentos. La más destacada fue la Ítala que dio lugar, posteriormente, a la Vulgata latina.
Otra de las primeras traducciones de la Biblia, en la era cristiana, fue al armenio. Esta lengua ha sido hablada, durante siglos, por un pueblo que habita la región de Armenia (hoy república), situada en Asia occidental, en las proximidades de los montes Ararat, donde encalló el arca de Noé, después del Diluvio. En el año 301, veinte años antes de que Constantino declarara al Cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, el reino de Armenia se declaró cristiano, gracias a la labor evangelizadora de Gregorio, llamado el Iluminador, y a la conversión masiva del rey Tirídates, de su corte y del pueblo. Fue, pues, la primera nación – estado cristiano del mundo. Unos años más tarde, Meshrop Mashtots tradujo la Biblia al idioma armenio. Para hacer esto, tuvo que crear un alfabeto para este idioma. Se dice que Meshrop también creó el alfabeto georgiano, permitiendo la traducción de la Palabra de Dios a un pueblo que habita la actual República de Georgia, entre el mar Negro y la cordillera del Cáucaso, en el Asia. Numerosos manuscritos de los siglos cuarto, quinto y sexto, atestiguan acerca de dicha labor.

El siglo cuarto, el siglo del triunfo del Cristianismo, se caracterizó entre otras cosas por una gran actividad misionera que dio como resultado la traducción de la Palabra de Dios a las regiones y pueblos alcanzados por el Evangelio. En 362 después de Cristo, los defectos de la versión Ítala, citada más arriba, llevaron a Dámaso I, obispo de Roma, a pedirle a Jerónimo, uno de los más grandes sabios y teólogos de la iglesia cristiana de los primeros siglos, que efectuara una nueva traducción. Producto de la labor de Jerónimo, surgió la Vulgata Latina que, con el tiempo, se convirtió en el texto oficial de la Iglesia Católico – Romana.
De ese siglo data también la traducción de la Biblia al gótico, un antiguo lenguaje que precedió cronológicamente al alemán, al inglés y a otros idiomas germánicos. Un obispo godo, llamado Ulfilas, llevó una forma de cristianismo parecida a la de los actuales Testigos de Jehová, a dos pueblos germánicos, los godos y los ostrogodos. Dada la necesidad de que los convertidos fueran doctrinados en la nueva fe, Ulfilas se vio en la necesidad de realizar una traducción de la Biblia al gótico, pero para ello debió primero crearle un alfabeto, o sea, una forma de escritura a dicho idioma. La traducción al ge’ez o etíope antiguo, se llevó a cabo también en el siglo IV.
Cerca del 735 después del nacimiento de Cristo, un monje inglés, conocido como Beda el Venerable, tradujo la Biblia al idioma anglosajón, que precedió en existencia al inglés. En el año 862, Cirilo y Metodio, dos monjes cristianos, llevaron el Evangelio a los eslavos, un conjunto de pueblos establecidos en el este de Europa que, con el tiempo, dieron lugar a los actuales rusos, búlgaros, ucranianos, serbios, croatas, checos, etc. Antes de partir hacia su territorio, Cirilo creó un alfabeto para la lengua eslava. Se le conoció con el nombre de glagolítico. De ese alfabeto, se derivó posteriormente el alfabético cirílico usado en la actualidad por idiomas como el ruso y el búlgaro. La Biblia fue traducida primeramente usando el glagolítico y, posteriormente, el cirílico. Durante el mismo siglo noveno, mientras las tribus árabes convertidas al islamismo barrían todo vestigio cristiano del Medio Oriente y el norte de África, la Biblia fue traducida al idioma árabe.

El triunfo del Papado y las traducciones de la Biblia.

Los siglos noveno y décimo fueron testigos del triunfo del Papado y la creciente consolidación del Catolicismo Romano en el continente europeo. Una de las consecuencias fue la implantación, salvo raras excepciones, del idioma latín como lengua litúrgica. Esto significó que todo el servicio religioso llevado a cabo, específicamente la misa, fuera realizado en ese idioma. De ese modo, la Vulgata fue la versión empleada para leer las porciones bíblicas. La consecuencia directa no se dejó esperar: el número de traducciones disminuyó.
No obstante algunas traducciones importantes fueron llevadas a cabo durante los siglos once al catorce. Justamente en el siglo XIII, en España, vivió Alfonso el Sabio, rey de Castilla y León. Fue un monarca amante de la cultura y el saber, que luchó por establecer definitivamente el idioma castellano y darle una forma literaria. Alfonso reunió a un sinnúmero de sabios cristianos, judíos y musulmanes con el fin de que realizaran traducciones de diferentes obras antiguas tanto al latín como a la lengua de Castilla. En 1280, ordenó que se efectuase una traducción de la Vulgata a dicha lengua, a la que conocemos hoy también como idioma español. Vio así la luz la llamada “Biblia Alfonsina”, considerada como “la primera versión completa de la Biblia en un idioma moderno”.
Estamos ya en el siglo catorce. Nos trasladamos a Inglaterra. Allí encontramos a Juan Wycliffe, teólogo inglés precursor de la Reforma protestante. Wycliffe enseñó en contra de la autoridad papal, de la transubstanciación (presencia real de Cristo en el pan y el vino de la comunión), la confesión auricular, predicó acerca de la salvación por la gracia de Dios, entre otras cosas. Su aporte más importante fue la defensa que hizo del derecho del pueblo inglés a leer la Biblia en su propio idioma y no en el latín, que no entendía. Para ello efectuó una traducción al idioma inglés, publicada después de su muerte, por sus seguidores, a quienes se les conocieron con el nombre de lolardos.

Algunas consideraciones finales.

El tema de las traducciones bíblicas no termina aquí. En el próximo número estaremos escribiendo sobre la actividad de traducción de las Escrituras, desde el siglo XV hasta nuestros días. Es una fascinante historia muchas veces marcada por la persecución y el martirio, que nos permitirá conocer otra etapa del largo camino mediante el cual la Palabra de Dios ha llegado a nuestras manos.

Publicado originalmente en la Revista Fe y Acción», órgano del Concilio Internacional «Una Cita Con Dios» y Misión Mundial Maranatha. Volumen 2. Número 1. Enero – abril, 2005, pp. 20, 21.

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Traducciones de la Biblia. Segunda Parte.

Posted by alballanes en marzo 22, 2007

Dos factores vitales dieron el impulso final a la tarea de traducir la Biblia, a partir del siglo XVI. El primero fue el Renacimiento, un vasto movimiento de carácter ideológico, espiritual y moral, que dio como resultado el cierre de la Edad Media y la apertura de los tiempos modernos. Los intelectuales humanistas renacentistas desarrollaron una profunda pasión por rescatar la antigua literatura clásica, en sus idiomas originales, y mostraron un particular interés en conocer el texto bíblico, no a través de la traducción de la Vulgata Latina, sino en sus fuentes. El segundo factor fue la Reforma Protestante. Efectivamente, la aplicación del principio reformado de que la Biblia fuera leída, predicada y explicada en las lenguas vernáculas, en vez de usar el latín, causó una verdadera revolución espiritual y cultural. Eruditos de diversas nacionalidades se lanzaron a la traducción de la Biblia, partiendo de los idiomas en que originalmente había sido escrita. Esta titánica actividad abrió las puertas para una avalancha de traducciones en cientos y cientos de lenguas modernas.

Muy particularmente nos interesa esbozar algunos aspectos importantes de las traducciones de la Biblia al español o castellano.

Reina-Valera, la Reina de las traducciones castellanas.

Sevilla, España, 26 de Abril de 1562. Como tantos otros días, los sevillanos se despertaron con la expectativa de un nuevo “auto de fe”. La ignorancia, la superstición y el morbo de la gente, se alimentaba con estas ceremonias públicas en las cuales personas acusadas de herejía, de judaísmo o de brujería, eran ejecutadas, generalmente en una hoguera donde se las quemaba vivas. Pero el “auto de fe” de ese día tenía una característica muy particular: la mayoría de los condenados habían escapado años antes, habían sido condenados en ausencia, y solamente sus efigies o estatuas sufrirían el efecto del fuego.

Uno de los nombres que se mencionaba era el de Casiodoro Reyna, ex-monje del Convento de San Isidro del Campo, perteneciente a la Orden de San Jerónimo, ubicado en Santiponce, cerca de la ciudad de Sevilla. Unos años antes, Casiodoro había conocido la fe evangélica a través de los escritos de los reformadores protestantes y, mediante su predicación, había conseguido que todos los monjes del monasterio se convirtieran al Evangelio. Cuando en 1557 la furia de la Inquisición se desató contra lo que se denominó “el grupo luterano de Sevilla”, once monjes lo acompañaron en su huida a Ginebra, Suiza. Entre ellos se encontraba también Cipriano de Varela, judío convertido primeramente el Catolicismo y luego al Cristianismo protestante.

Los nombres de Casiodoro Reyna y de Cipriano de Valera son perfectamente conocidos en el mundo de habla hispana. Fueron ellos los que legaron a los hispanohablantes la versión de la Biblia conocida como “Reina – Valera”, considerada por el gran erudito español, Don Marcelino Menéndez y Pelayo, como “uno de los más grandes monumentos literarios de la lengua española”.

Precisamente, en 1569, siete años después del “auto de fe” mencionado anteriormente, vio la luz la primera edición de lo que posteriormente sería la versión Reina – Valera. Se trataba de una traducción realizada por Casiodoro Reyna, con ayuda de algunos de sus ex-compañeros de monasterio. La portada de esa impresión traía grabado un oso, de ahí que a esa edición se la conoció con el nombre de “Biblia del Oso”, la primera Biblia completa impresa en lengua española. Dificultades de diversa índole tuvo que enfrentar Reyna para publicarla: primero, parte del tiempo que dedicó al proceso de traducción, tuvo que estar huyendo, perseguido no sólo por los agentes romanistas, sino aún por algunos extremistas protestantes; segundo, sufrió calumnias acerca de su moralidad, que lo obligaron a abandonar la protección que había tenido en Inglaterra, y a exponerse, junto con su esposa e hijos, a caer en manos de los papistas; tercero, un importante manuscrito de la versión, cayó en manos de sus enemigos, los cuales intentaron destruirlo; tercero, el dueño de la imprenta que iba a imprimir la versión, murió después de haber cobrado el dinero y sin haber realizado el trabajo. Sólo el respaldo de Dios, la firme voluntad de Reyna y los integrantes de su equipo, y el aporte generoso de personas comprometidas con esa causa, permitió la aparición de esa versión.

En 1602, Cipriano de Valera publicó una revisión de la versión original de Reyna, que dio como resultado la aparición de la Biblia Reina-Valera, la traducción más usada por los hablantes del idioma español. Debido a la evolución natural del idioma castellano o español, La Reina Valera ha tenido que ser sometida a procesos de actualización de su lenguaje. Una revisión se llevó a cabo en 1865 y otra en 1909. Aunque ciertos sectores del pueblo evangélico prefieren la versión de 1909, y la defienden a capa y espada, la más popular es la revisión de 1960 que aún no ha podido ser suplantada en el gusto de los lectores de la Biblia, por revisiones posteriores, como la de 1977, la de 1989 y la de 1995, y mucho menos por la última versión denominada “Biblia Textual”, de 1999.

Otras traducciones en lengua castellana.

Aunque la Reina Valera es estrella de primera magnitud en el firmamento de las traducciones bíblicas al español, no puede uno dejar de mencionar siquiera algunos hitos de la dilatada historia de otras traducciones o versiones castellanas. La precedieron, por ejemplo: la llamada Biblia de Alba, que vio la luz en el año 1433, y en la que el Antiguo Testamento se tradujo directamente del hebreo y del arameo. En plena época de la Reforma, encontramos la Biblia de Ferrara, traducción realizada por dos judíos, que usaron igualmente los idiomas originales. Francisco de Encinas traduce el Nuevo Testamento directamente del griego, en 1543. Juan de Pineda lo hace en 1556.

La actividad de traducción en el campo protestante o evangélico posterior a la Reforma ha dado frutos en versiones como la Moderna, de James Pratt, publicada en 1916, la Versión Dios Habla Hoy, la Biblia en Lenguaje Sencillo, la Nueva Versión Internacional, Traducción en Lenguaje Actual y otras.

En el ámbito católico romano cabe señalar que, en 1551, en la ciudad de Toledo, España, un edicto emitido por el Santo Oficio de la Inquisición, prohibió terminantemente la traducción de la Biblia al español y otras lenguas habladas en la península ibérica. Recién fue en 1793, que vio la luz la traducción realizada por Felipe Scío San Miguel. Antes de esa fecha sólo habían tenido lugar algunas traducciones parciales del Nuevo Testamento, que no pudieron ser publicadas debido a la prohibición existente, y que vieron la luz muy tardíamente, algunas inclusive en el siglo XX. Entre ellas podemos mencionar la traducción de Antonio Montesinos, la de Juan Robles, en el siglo XVI; las de Antonio de Cáceres y Sotomayor y la de José Valdivieso, en el siglo XVII. En 1825 apareció la versión Torres Amat. Todas estas versiones tenían la peculiaridad de que habían sido traducidas tomando como base el texto de la Vulgata Latina y no los manuscritos en los idiomas originales. En 1944 se publica la traducción de Nácar y Colunga, realizada directamente de los originales. Con ella da un giro particular la política de traducción en el ámbito católico romano, que aplica métodos científicos modernos a la obra de traducción. Posteriormente vio la luz la versión de Bóver Cantera que siguió la línea trazada por los traductores Nácar y Colunga. La más destacada versión actual católica es la Biblia de Jerusalén, en la que se usaron manuscritos bíblicos encontrados a fines del siglo XIX y durante el siglo XX. Otra Biblia conocida en la Biblia de las Américas. Ciertos cambios efectuados en el seno del Catolicismo Romano, a partir del Concilio Vaticano II, han provocado el auge de traducciones realizadas por eruditos de esa confesión.

Traducciones de la Biblia y desarrollo nacional.

Tal y como vimos en la primera parte de este estudio, traducciones de la Biblia a idiomas como el armenio, el georgiano y el gótico, generaron la creación de un alfabeto para cada uno de esos idiomas, y la fijación de los mismos como lengua literaria escrita. De igual manera, muchos idiomas modernos se vieron desarrollados y enriquecidos, gracias al aporte de las traducciones de la Biblia. Por ejemplo, la traducción de la Biblia al alemán, realizada por Martín Lutero, y terminada en el año 1534, fijó definitivamente el idioma llamado alto alemán y lo convirtió no sólo en una lengua literaria, sino en la lengua nacional de los alemanes. La llamada Versión Autorizada o del Rey Santiago (Jacobo) – en inglés King James Version – contribuyó al desarrollo del idioma inglés y de su literatura. Siendo la lengua un factor vital en la cohesión cultural de una nación, la traducción de la Biblia a esos idiomas modernos modelaron las más diversas nacionalidades, tanto en Europa como fuera de ella. En su artículo sobre la Biblia, la Enciclopedia Encarta de Microsoft señala que las traducciones de la Biblia que se realizan actualmente a diversas lenguas, están contribuyendo a configurar las tradiciones lingüísticas de naciones que están en proceso de formación. Tal reconocimiento en una publicación electrónica secular, tan conocida mundialmente, es realmente interesante y sugestivo.

A pesar de Voltaire y para pesar de él.

“Dentro de cien años este libro (la Biblia), estará olvidado”. Así se expresó Voltaire, el filósofo escéptico francés del siglo XVIII. A pesar de sus palabras, y para pesar de él mismo, la realidad ha sido diferente. El gran avivamiento espiritual que se produjo en Gran Bretaña y EE.UU., a finales del mismo siglo en que él vivió, trajo como resultados, entre otros, el inicio del movimiento misionero moderno y, con él, la extensión del Evangelio a lugares donde nunca había llegado, y a pueblos con idiomas desconocidos. Esa expansión de la predicación evangélica fue acompañada de una demanda para traducir la Palabra de Dios a cientos de lenguas y dialectos. Por esta razón, decenas de sociedades bíblicas vieron la luz a lo largo de los siglos XIX y XX. El resultado de esta titánica actividad es el siguiente: de 52 traducciones que se contabilizaban, a fines del siglo XVIII, el número ascendió a 75, a principios del siglo XIX. Hacia 1900, la cifra había subido a 567. Medio siglo más tarde, en 1957, se contaban más de 1160, y en el año 1988, tan sólo 35 años después, más de 1900. En la actualidad, la Biblia completa, o porciones de la mism, han sido traducidas a unos 2000 idiomas.

¿Se acuerda de Voltaire? Cincuenta años después de su muerte, la Sociedad Bíblica Británica compró su casa, en Ginebra, Suiza, y usó, para imprimir la Biblia, la misma imprenta que él usó para escribir en contra de ella.

Traducciones de la Biblia hoy: un trabajo inconcluso.

A pesar de las cifras dadas, queda mucho camino que recorrer. Aunque es difícil de determinar, se cree que, actualmente, en el mundo se hablan más de 6 000 lenguas. En otras palabras, quedan unos 4 000 idiomas y dialectos que no tienen siquiera traducida una porción de las Sagradas Escrituras. Por otra parte, hay unos 11 000 grupos étnicos que no han sido alcanzados con el mensaje del Evangelio. Las personas que los integran suman unos 2,3 millones que tienen, en este momento, muy pocas posibilidades de conocer acerca de Jesús, y de tener acceso a la Palabra de Dios.

Hay un desafío para cada cristiano. La obra misionera necesita misioneros que evangelicen y que enseñen, pero también necesita misioneros que traduzcan la Biblia a las lenguas de esas personas que nunca han oído hablar de Jesucristo.

El desafío está echado. ¿Será usted, amado lector, el llamado a responder al mismo?

Publicado originalmente en la Revista «Fe y Acción», órgano del Concilio Internacional «Una Cita Con Dios» y Misión Mundial Maranatha. Volumen 2, Número 2. Abril – Julio, 2005, pp. 20, 21.

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